Comenzó su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal, donde tuvo como maestro a Manuel Tormo. Paralelamente a sus primeras exposiciones, realizó ilustraciones para libros como A Frauta e o Garamelo y Un corvo chamado Alberte, de Avilés de Taramancos, y Ruibaiyat, de Omar Kayyam, este último con motivo de la traducción realizada por González Garcés. Asimismo, participó en la edición de revistas como Atlántida, Ateneo, Tránsito, Nordés o Luzes de Galicia.
A pesar de la poca aceptación que tenía su pintura en Galicia durante los primeros años de su trayectoria, logró exponer en galerías de Madrid y París. Por este motivo, y para poder vivir, durante algún tiempo tuvo que simultanear el arte con los negocios familiares, hasta que, en 1975, pudo dedicarse a la pintura con exclusividad. El investigador Pedro Vasco analizó la pintura de Alejandro González Pascual, distinguiendo en ella cuatro etapas: La primera va desde sus inicios hasta 1960. Se trata de una etapa de formación en la que el artista se sumerge en distintas corrientes como la abstracción, el informalismo o el expresionismo, experimentando con ellas para llegar a lograr un estilo propio.
Los años que van desde 1960 a 1972, Pedro Vasco los ve como una época de madurez. Es el momento en que lleva su obra a Madrid y París. En sus cuadros hay ahora un estilo bien definido, caracterizado por la representación de la naturaleza gallega, mediante una paleta cromática basada en negros, verdes y azules. Entre 1972 y 1977 se observa un acercamiento, desde las representaciones de los bosques de su etapa anterior, al núcleo de estos, ofreciéndonos una visión más próxima. La cuarta y última etapa abarca desde 1977 hasta su muerte. En ella abandona totalmente la representación de la naturaleza para dedicarse única y exclusivamente al bodegón. Comienza usando fondos oscuros que gradualmente se van aclarando.
Murió en A Coruña en 1993.